domingo, 26 de julio de 2009

Lenaguaje y rumor


La voz es algo neutro, todos tenemos garganta; pese a que el timbre diga lo contrario.


Las palabras también lo son; por si solas, simples y vacías, huecas, no hacen daño a nadie, en todo caso, somos nosotros quienes nos hacemos daño con palabras. Otra cosa es el lenguaje; en él, se transforman las palabras en dardos arrojadizos plenos de sentido, como palés viejos cercando los discursos, otorgándoles un poder ilimitado en el valor venido de la significación. Una vez instaurado en el lenguaje, la libertad no es más que un nombre común precedido por el pronombre femenino que lo acompaña, o un adjetivo insustancial que suele adornar otros sustantivos con los que engalanamos nuestro pecho; medallas de latón que lucimos como nuestras mejores galas.


El parloteo que bulle por los salones de fiesta de la alta y baja burguesía comprende la existencia humana en su totalidad: la vida como un gran festín al que todos estamos convocados; el único requisito es la participación, el parloteo y adscripción a un grupo de coloquio y a unas formas de conducta. Hay quienes olvidan todo este “mareo” y viven la fiesta como uno de tantos que recibieron su invitación a tiempo; otros muchos, tienen la extraña sensación de no haber sido invitados por el simple hecho de haber perdido su invitación. Los hay, también, quienes la arrojaron al suelo cuando descubrieron que todos sus amigos no fueron llamados u otros, muy cortésmente, por las instancias oportunas, se vieron despedidos sin más. Tan sólo nos quedan unos pocos, aún más absurdos. Éstos, habiendo rechazado, injuriado y ridiculizado a sus anfitriones e invitados, en muchos casos, tras montar un gran revuelo con visos de espectáculo circense, subidos a un atril y proclamando sus disconformidad eterna contra todo lo que los rodeaba, deambulan ebrios de palabras y discurso, mimetizan, como papagayos geniales, lo dicho por quienes con mayor gracia y retórica logran no decir nada más que lo justo que hay que decir cuando no hay nada más que decir, lo dicho, que por decir no quede.


Lo absurdo e irritante de su actitud, es el espíritu trasgresor tras el que se cobijan; pretenden descalificar el boato del discurso, el poder con que se detenta y el vacío al que refiere, por medio de un discurso engalanado con el poder robado y sacrificado que ahora ostentan; pretenden cubrir una mentira con otra mentira; en-cubrir la mansión con falsas enredaderas, con la esperanza de administrar (engordar) su linaje y reconducir la velada.


Se trata, como todos sabemos, de una gran fiesta que nuca termina, de una gran noche imposible donde todo puede ocurrir; pese a los carteles que al alba anunciaban el programa de actividades... ya se sabe, luego las cosas discurren con su propio ritmo y todo se desvanece, como en sueños, con los primeros rayos de la mañana.


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Nunca las tres en raya son el mismo juego, de lo contrario jamás, tras el castigo, hubiéramos vuelto a dibujar el tablero sobre la hoja cuadriculada arrancada durante la clase de matemáticas.