lunes, 16 de noviembre de 2009

(Paréntesis)


Hoy, ahí fuera, parece primavera; el cambio climático, ese vecino nuevo del que todo son rumores e inquieta a los propietarios de toda la vida, ha escrito sus primeros versos y, como buen trilero, se la ha jugado bien al otoño esta mañana. ¿Quién dijo que los tipos siniestros no conocen la belleza?


Y ahí estaba yo, subido en la bici, con las galeradas bajo el brazo, un pitillo en la oreja y mi abrigo abrazándome por el cuello como una amante descarada.


Hoy, parece, que sonaba cierta música ahí fuera. De veras, no miento, la escuchaba.


Los abuelos, encorvados, no han tenido que disputarse el menguante hueco del banco soleado. Hoy el sol ha sido generoso. El desayuno de media mañana de los funcionarios profesionales demora las gestiones de todos los que últimamente pasan los lunes al sol; pero, hoy, graciosamente, como digo, el sol ha sido un dios benevolente y a base de muecas, carantoñas y chistes viejos, nos ha hecho sonreír a todos.


Sí, salir a verlo, hoy no hace falta abrigarse, en el mercado huele a pescado y encurtidos, los jóvenes impenitentes pasan las horas lectivas en los jardines ensayando su próxima revolución hormonal, aquellos rostros que ayer eran sombras detienen el paso a saludar con sus bufandas en mano e incluso mis clientes me reciben con sonrisas y brazos abiertos.


Hoy es un día histriónico, como el verso de Machado; hoy es siempre todavía.


Pero no os dejéis engañar, aquí dentro no deja de ser otoño, pese a que, hoy, ahí fuera, parezca primavera.