jueves, 28 de junio de 2018
Sincronías y diacronías sobre el estado de la Luz y sus esferas
*
La Luz fue ese primer
instante extático e inaugural: mi primer recuerdo sólido; el simple
amanecer de un espíritu a la conmovedora experiencia de la Vida.
¡Qué bellos eran la
Luz y los días! ¡Qué hermoso decir yo!
*
Lo fundamental es esa primera experiencia (sensual): el rasgo, la
huella, el sello... con el que ha de afianzarse el recuerdo, la
imagen −perturbada por la fotografía mental (lógica fotográfica)−
que vincula, enmaraña (al auspicio de la mayor de todas las
ilusiones: un concepto fuerte de “identidad”), en un esquema
trascendental, distintos momentos de aquella fase iniciática de la
Vida de los que guardamos escasos recuerdos conscientes.
Es imagen y es
recuerdo, el placer de despertar cada mañana al calor de los rayos
del sol peinando la alcoba −algo que ahora me desvela y puede
llegar a irritarme: no es la Luz, sino la mirada, otra; apenas una
visión para que el kantiano que fui se venga abajo por una simple
persiana, que olvidé bajar. Y es que lo prosaico resplandece.
De todas ellas, ésta
es la luz primera: la Luz que engendra Luz.
Si fuera animista, si
tuviera necesidad de creer en algo para justificar mi existencia,
adoraría al Sol y a la Luna.
*
La Luna fue las noches
de verano, todas, en un pueblo calinoso de casas encaladas y calles
sin asfaltar: una atmósfera de patios traseros con aljibe, un
espectáculo de corredores laberínticos y escaleras hacia los
tejados, frente al mar, que ya sólo existe en mi recuerdo.
La Luna era luz y era
sombra, y el eco apagado de unos pasos descalzos en la noche, y
alaridos de un gato en celo, que llora como un bebé en la madrugada.
La Luna es siempre
Ella; sólo Ella hablaba con la Luna y recitaba poemas que yo creí
suyos porque a aquella edad no se es perito en lunas −Oh tú,
perito en lunas,/que yo sepa/qué luna es de mejor/sabor y cepa.
Si el Sol es (mi) alimento, la
Luna fueron sus (a)brazos y ambas esferas son la Vida.
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De estrellas, era una
constelación de canicas enredadas en la apasionada danza del juego a
mediodía, bajo un Sol moreno, vital, que las hacía resplandecer
como astros-promesas en un desierto de arena sedienta, amarilla,
frente al horizonte sangriento y crepuscular.
… y como esferas
luminosas, los días, sucederían a la Luz.
*
La Luz fueron los mil
senderos de claridad trenzados por un bosque de naranjos como soles
por los que yo a ciegas siempre sabía huir.
*
Bajo la claridad de la
Luna, yo ensamblé estas palabras:
… que todo lo que
es frágil,
en mis manos,
siempre,
se desploma.
(Pero de esto hace tres
o cuatro vidas.)
*
La
Luz, hoy, es la cara de Valentina cuando corre hacia mí, con los
brazos abiertos.
Post
La
Luz es esa niña en la cubierta del Aquarius,
erguida, media sonrisa y la mano apoyada en la cadera; se sabe
observada y devuelve la mirada con descaro al cámara de una agencia
de noticias europea. Nadie la acompaña, su viaje todavía no ha
concluido, pero el que porta a sus espaldas desquiciaría a la
mayoría de adultos que he conocido. Ella es la luz.
Sin
astros en el firmamento, sin esferas de luminosa geometría,
cualquier embarcación, no importa su rudimento, naufraga o hace
aguas.
La
Luz y sus esferas son lo único-eterno, todo lo demás no es más que
polvo estelar suspendido en el tiempo por las leyes de la atracción.