jueves, 1 de octubre de 2009

Las ideas del arte. De Altamira a Picasso


Ha caído en mis manos, gracias a un muy buen amigo, la última edición de los Cuadernos del Observatorio de Análisis de Tendencias de la Fundación M. Botín. Se trata de una compilación, editada por Francisco Jarauta (Catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia), de las lecturas y seminarios que cada verano se desarrollan en Santander; éstas, concretamente, las que tengo entre manos, corresponden al verano de 2008.


Al parecer, en el mes de julio, cada año suelen darse cita en la ciudad cántabra “amigos” de todos los pelajes y disciplinas para disertar y compartir sobre temas o tendencias, desde un punto de vista transversal, alegórico o, en algún caso, directo, entorno a un ideario que nunca pierde de vista esa actualidad que nos llama y acucia a quienes saben escucharla; y doy fe de que, éstos, tienen el instrumento auditivo bien templado.


Con motivo/excusa de realizar un viaje por las ideas del arte, porque todos ellos son viajeros, como cada uno, a su modo, y dar cuenta de los escenarios que las determinaban y los contextos o epistemes, múltiples, que las han interpretado, nació la idea que dio nombre a los seminarios de aquel verano: “Las ideas del arte. De Altamira a Picasso”. Todo ello, claro, con la intención, siempre modesta, a estas alturas, poco ambiciosa, de desentrañar viejas cuestiones sobre la belleza, la práctica artística y su deriva contemporánea.


El resultado, son textos polimórficos, que nos invitan a admirar las impresionantes y bellísimas pinturas rupestres, remiten a cuestiones sobre iconografía y semiótica, nos retan a reflexionar sobre la categoría de lo “sublime” o sobre el contencioso, y siempre polémico, entre arte y naturaleza, o sobre la voluntad creadora como forma de hacer mundo y éste, como todo un universo de posibles; sin olvidar consideraciones, miraras, perfiles... que se adentran en los estudios de Warburg, la función museística actual o los gestos picassianos. Un cajón desastre donde, por ello mismo, cabe todo y todo lo abarca; un viaje no concertado, errático, como sus protagonistas, y lúcido por quienes lo miran y comparten su mirada. En definitiva, una lectura, más que recomendable, necesaria bajo este clima de seriedad y catástrofe, donde la risa –no a la que nos tienen hoy en día algunos ya acostumbrados- poco abunda y la lucidez suele habitar en lo oscuro y se refugia en verano en climas menos densos.


Su edición es preciosista, como los análisis que suele emprender y a los que ya nos tiene (mal)acostumbrados su editor, Francisco Jarauta; una edición en rústica, con un buen anexo de 103 ilustraciones a color, exquisitamente escogidas, y cuidadas traducciones realizadas por personas cercanas a la materia. En definitiva, un libro hecho entre amigos, con cariño, de los que ya apenas se distribuyen por las librerías, estas ediciones de los Cuadernos. Tendremos que esperar todo un año para disfrutar de lo que aconteció en el último de los seminarios del pasado verano o quizá animarnos y sumarnos a este grupo heterogéneo en los venideros; de lo que no hay duda es que libros y encuentros como éste justifican, sin lugar a dudas, que haya quien sigua preguntando o divagando sobre aquello que quiera que sea lo bello.